Después de los difíciles días de mayo, la buena predisposición de las autoridades europeas y de los organismos internacionales para encarar paquetes de asistencia financiera llevó a pensar que en poco tiempo las dudas sobre las ventajas de la integración y la fortaleza del Euro desaparecerían.
La recuperación de la moneda comunitaria fue acompañada de una depreciación importante del dólar, no sólo contra el Euro sino también respecto de otras monedas de países desarrollados y emergentes grandes. Esta depreciación del dólar tuvo consecuencias importantes para la Argentina. En un contexto de fijación del tipo de cambio respecto del dólar, una depreciación de éste es sinónimo de una depreciación del peso respecto del resto de las monedas contra las cuales se deprecia el dólar. Al mismo tiempo, la depreciación del dólar se traduce también en un aumento del precio de las commodities de exportación de la Argentina. Este aumento del precio en dólares de las exportaciones es en realidad un mecanismo de compensación de la pérdida de poder adquisitivo del dólar respecto de otras monedas y permite que la balanza comercial argentina no se deteriore significativamente, a pesar del aumento del valor de las importaciones (por la suba de precios, resultante también de la depreciación del dólar, y por el fuerte incremento de las cantidades).
Entre su máximo de mitad de este año y el piso de hace cuatro semanas, el dólar se depreció 16% y 8% contra el euro y el real, respectivamente, y 12% contra una canasta de seis monedas. Pero desde que se inició este nuevo round de desconfianza, gatillado por Irlanda, la situación se ha invertido: el dólar se ha apreciado 5% y 7%, respectivamente, contra la canasta de monedas y contra el euro y el 0,2% con respecto al real. Así, el pasado reciente de la relación entre los precios de las principales monedas del mundo estuvo signado por la volatilidad. Y el futuro luce incierto. El QE2 (flexibilización cuantitativa) en los Estados Unidos es una receta bastante segura para una depreciación del dólar, y si esta depreciación no se ha producido es porque los efectos del recrudecimiento de la crisis europea han sido mayores y es probable que éstos resulten duraderos. En efecto, en Europa la crisis puede ser larga. Ya “cayeron” Grecia e Irlanda y las dudas incluyen a Portugal y España. Mientras que para atender la situación de los dos primeros ya se armaron paquetes por un monto cercano a los 250.000 millones de dólares, queda ver qué sucederá con Portugal y España (probablemente en ese orden) en los próximos meses. El problema no es tan sencillo cuando se observa que, si bien la ayuda necesaria para Portugal sería similar a la comprometida con Irlanda (unos 110.000 millones de dólares), el monto de la ayuda que podría necesitar España podría ser tres veces superior (al menos) a la recibida por Grecia o Irlanda.
Si bien los mecanismos de asistencia organizados a nivel europeo más los recursos de que dispone el FMI lucen suficientes para rescatar a los fiscos de las cuatro economías europeas bajo presión, cuando al problema fiscal se le suma el problema de (re)financiamiento de su sector privado la situación cambia. España luce demasiado grande para caer, pero al mismo tiempo demasiado grande para ser rescatada. Así, de no mediar QE3, QE4, etcétera de parte de las autoridades monetarias americanas, y de no mediar un cambio importante en la capacidad de Europa y de sus gobiernos locales de armar programas consistentes tanto desde el punto de vista fiscal como estructural, lo más probable hoy es que el dólar no se deprecie. En otras palabras, para que el dólar pierda valor consistentemente, se requiere que la Fed orqueste varias QE más y que las medidas europeas resulten no sólo mayores sino también creíbles.
De volver a los máximos previos del dólar (mínimos del euro) de mitad de año, la apreciación de la moneda estadounidense estaría en el orden del 9% respecto de la canasta de moneda y de 12% respecto del euro. Con respecto al real, la apreciación potencial sería de 9%. Una apreciación del dólar de esta magnitud podría tener efectos negativos sobre la economía argentina, ya que se sumaría a la fuerte apreciación (en términos reales) del peso frente al dólar, producto de la actual política cambiaria (de cuasi fijación del tipo de cambio nominal con la moneda estadounidense) en un contexto de 25% de inflación. Además, los períodos de apreciación del dólar fueron acompañados siempre de una caída de precios de las commodities. El cóctel podría convertirse en uno verdaderamente más explosivo si a esta posibilidad le sumamos una eventual depreciación acelerada del real. La política cambiaria del Banco Central de Brasil está bajo escrutinio desde que se confirmó el alejamiento de su actual presidente, Henrique Meirelles. Si bien la designación de Alexandre Tombini, un funcionario de línea de la entidad y de buena relación con el “mercado”, trajo tranquilidad en términos de que no habrá cambios drásticos en la política monetaria/cambiaria brasileña, no se puede descartar un escenario caracterizado por un real más depreciado durante los primeros meses del próximo año. En síntesis, si la crisis del euro se profundiza y se expande su efecto sobre los mercados, el escenario más probable será uno de dólar fuerte. Esta puede traer consigo una caída del precio de las commodities. Esta combinación, de profundizarse, pondría un signo de interrogación en torno a la continuidad de un escenario internacional que resultó muy favorable para la Argentina durante toda la segunda mitad del año.